Desde hace algún tiempo, se viene extendiendo el llamado lenguaje inclusivo o no sexista. Me refiero a construcciones como “los/las estudiantes”, “los(as) profesores(as)”, “los niños y las niñas” y otras variantes, incluida la popular fórmula con el símbolo de arroba: l@s compañer@s.
Estas estrategias parten de que el lenguaje es, sin ellas, exclusivo o sexista. Según esta postura, ¿a quién excluye, o a qué sexo margina, el lenguaje? A las mujeres, al sexo femenino.
Yendo directamente al grano, es el lenguaje machista? La respuesta es, como en toda cuestión que incide en las complejidades sociales humanas: sí y no, depende de cómo lo miremos.
Antes de seguir, pregunto: ¿es el lenguaje racista? ¿Es el lenguaje homofóbico? ¿Discrimina el lenguaje contra las personas con limitaciones físicas o mentales? ¿Margina el lenguaje a los jóvenes y los viejos? ¿Estigmatiza y desecha el lenguaje a los adictos? ¿Maltrata a los animales y destruye el ambiente, el lenguaje?
Con estas preguntas, que llevo a un extremo, quiero plantear otra: ¿quién es realmente machista, racista, homofóbico, marginador, discriminatorio y prejuiciado: ¿es el lenguaje o somos, acaso, nosotros, los usuarios del lenguaje?
Seamos francos: somos nosotros, y no el lenguaje, que es meramente nuestro sistema de comunicación. El sistema lingüístico es neutral, no tiene agenda política, porque no tiene intención; la intención la ponemos nosotros. Podemos usar el lenguaje para decir “mira cómo la luz se cuela entre las hojas” o “te quiero, mami” o “maldito ___, que encima de ___, para colmo es ____”.
Bien, pensarán, podemos elegir nuestras palabras, pero ¿qué hacemos con esas marcas de género gramatical –la “o” en “los” de “los estudiantes”– que están tan insidiosamente incrustadas en la lengua y que excluyen la “a” de “las estudiantes”? Usando “los/las estudiantes”, o “ l@s estudiant@s”, de seguro balancearemos la ecuación.
Consideren lo siguiente y luego elijan qué hacer.
El género gramatical y el sexo natural no son la misma cosa. Hay lenguas, como el español, que tienen flexión de género: sus sustantivos son femeninos, como “novela”, o masculinos, como “libro”, aunque esos objetos no tengan sexo. Hay lenguas sin marcas de género, como el inglés, y lenguas que tienen tres géneros, como el alemán, o más. En todas ellas se puede expresar perfectamente el respeto y también el discrimen.
En el caso de los seres animados, el género gramatical coincide a veces con el sexo natural: “mujer” es una palabra femenina y “hombre”, masculina. Pero “persona” es femenina, aunque se refiera a un hombre, y “ser humano” es masculino, aunque se refiera a una mujer.
De aquí nace la confusión: hemos identificado el género gramatical con el sexo natural, aunque sean dos realidades aparte.
A esta interpretación se añade que, en español, el género masculino pueda designar a los seres de sexo masculino (“Canelo es un perro”) y a todos los miembros de la especie (“Mi animal favorito es el perro”), y que “los alumnos son excelentes” pueda incluir sólo a los varones o a ambos sexos naturales.
Explica el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD): “en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva”.
El DPD añade: “Solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros”: “La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha invertido”. De otro modo, la constante alusión explícita a ambos sexos hace el discurso prácticamente inmanejable para emisores y receptoras.
Para evitar la sobrecarga de “los/las”, se recurre al símbolo @, que parece integrar, gráficamente, las vocales “a” y “o”: “l@s compañer@s”. Aparte de que no representa un fonema, por lo que no se puede pronunciar, la @ presenta las mismas dificultades que las otras estrategias integradoras: no se puede aplicar en todos los casos, sólo en muy pocos. Y, como señaló una vez una genial profesora: si la intención es machista, podemos decir que, en la @, la “o” arropa, contiene y domina a la “a”.
En resumen, amigos y amigas: ¡continuemos la lucha por la igualdad Y, a la vez, por el conocimiento de la lengua!
(Publicado en El Nuevo Día el 17 de diciembre de 2006)