Hace dos semanas hablábamos de las “colocaciones”, esas combinaciones frecuentes de palabras, como crítico acérrimo, fumador empedernido o error garrafal. Decíamos que en el diccionario mental, estas palabras son libres de combinarse con otras posibilidades (por ejemplo: crítico tenaz, fumador obstinado o error grave). Sin embargo, la comunidad de habla va prefiriendo unas combinaciones sobre otras, y repitiéndolas con mayor frecuencia. Aunque conocer estas combinaciones refleja pertenencia a una comunidad lingüística, un agudo lector me hizo esta acertada observación: es labor del escritor creativo romper estas combinaciones automáticas o explotarlas conscientemente, a su favor. (¡Ya ven que mi creatividad ha quedado en tela de juicio, con dos colocaciones en la oración anterior!).
Hoy examinaremos otro tipo de frases, que también nace de la repetición. Pero éstas se han repetido tanto, a través del tiempo, que han quedado fijadas en el idioma, casi como si fueran palabras simples. Se trata de las “locuciones”, “frases fijas” o “frases hechas” (también aquí hay debate sobre el nombre del fenómeno).
Existen locuciones que son parte de la lengua española, y que están en el diccionario mental de cualquier hispanohablante. En el grupo de las que funcionan como sustantivos, tenemos, por ejemplo: camisa de fuerza, golpe de estado, punto de vista, aguas negras. Fíjense que la fijación entre estas palabras es tal, que el significado global de la frase no equivale a la suma de los significados de sus partes. Un hablante no nativo del español no podría deducir el significado de camisa de fuerza, aunque conociera los significados de las palabras camisa, de y fuerza. Al estudiante de una segunda lengua, no le queda más remedio que memorizar las locuciones, al igual que las palabras simples. En la mayoría de los diccionarios del español, las locuciones se recogen al final del artículo de la palabra considerada de “mayor peso”; así, las locuciones anteriores estarán bajo camisa, golpe, punto y agua, respectivamente.
En algunos casos, hay coincidencia entre las locuciones de diferentes lenguas. Por ejemplo, punto de vista es point of view, en inglés. De igual modo, golpe de estado tiene un equivalente, palabra por palabra, en francés: coup d’état, que es como se dice en inglés también. Otras, como aguas negras, no necesariamente encuentran una locución equivalente en otra lengua. Al menos en inglés, no parece haber una frase fija para expresar esta hedionda realidad; la traducción sería una palabra simple: sewage. Finalmente, habrá casos que correspondan a una locución muy diferente; por ejemplo, camisa de fuerza es, en inglés, straight jacket. El traductor al inglés que use “shirt of strenght”, o el traductor al español que use “chaqueta recta”, caerá en la página de Cheo de la traducción, y se correrá el riesgo de que lo pongan en camisa de fuerza (y, peor aun, que no le paguen).
Arriba vimos ejemplos de locuciones sustantivas, pero deben saber que también hay locuciones que funcionan como adjetivos, verbos, adverbios, preposiciones y conjunciones.
Se estarán preguntando si hay locuciones regionales, es decir, del español de una región particular. Por supuesto que sí. Por ejemplo, cualquier hablante en Puerto Rico sabe que a las millas significa ‘extremadamente rápido’; que la orden del día es ‘algo que ocurre reiteradamente’; y que su granito de arena es ‘su contribución (por pequeña que sea)’. Comprobamos que estas unidades están fijas porque no se nos ocurriría cambiarlas, ni entenderíamos si alguien dijera que iba “a los kilómetros”, o que determinados hechos fueron “la orden de los días”, o que alguien puso su “granito de tierra”. Y es que, como venimos explicando, las palabras que componen estas construcciones han perdido su autonomía como palabras simples y han adquirido un significado unitario en una forma conjunta inseparable. En estos casos, sin embargo, este significado unitario está en el diccionario mental de los puertorriqueños y no en el de los otros hispanohablantes.
De más está decir que habrá que dedicar otra columna al tema de las locuciones boricuas, pues ahí sí hay tela que cortar, pero eso, queridos amigos, son otros veinte pesos.
(Publicado en El Nuevo Día el 13 de noviembre de 2005)