Nunca está de más explorar la etimología de las palabras, especialmente las palabras omnipresentes en nuestra vida cuyos significados tomamos por sentado. A veces los orígenes de las palabras resultan aleccionadores… y no sólo lingüísticamente.
Hoy trataremos las palabras “político”, “idiota” y “candidato”, todas de reveladoras etimologías.
“Política” viene del latín “politicus”, y ésta del griego “politikos”, que significa ‘relativo al gobierno’, pero más propiamente ‘relativo a la ciudad’. Esta palabra se deriva de “polites”, que quiere decir ‘ciudadano’, la cual viene de “polis” que, como recordaremos de nuestras clases de historia, significa ‘ciudad’. Lo interesante de la palabra “polis” es que combina la noción de ‘ciudad’ con la de ‘Estado’ (lo mismo que ‘gobierno’), ya que en Grecia la ciudad era una unidad política independiente, o sea, no tenía régimen superior.
Las ciudades estado griegas tenían carácter democrático. Todos los asuntos del Estado eran asuntos de los ciudadanos, es decir, de los habitantes de la ciudad con poder civil. Claro está, “ciudadanos” sólo eran los hombres libres; fuera quedaban las mujeres, los extranjeros y los esclavos.
Los griegos empezaron a llamar “politikoi” a los temas del Estado, para distinguirlos de los temas e intereses personales de los ciudadanos, llamados “idiotikos”, o sea, ‘privados’. “Idiotes” era originalmente el “ciudadano privado”, y después el que no se involucraba en los asuntos públicos de la “polis”. Luego esta palabra pasó a significar ‘persona común’, y de ahí ‘lego’ o ‘ignorante’, hasta llegar siglos más tarde a nuestro actual “idiota”.
La raíz de “idiota” es “idios”, que significa ‘propio, particular’ y de la cual se forman palabras como “idioma” o “idiosincrasia”. Para que no se queden con la duda: “idioma” pasó de significar ‘modo de hablar propio de un individuo’ a ‘lenguaje propio de una nación’. Con ese primer valor tenemos hoy la palabra “idiolecto”, que es la forma particular de expresarse de un individuo.
Pero volvamos al tema. En los últimos tiempos, el término “político” se ha usado de manera que sugiere que la “política” es una profesión o carrera. También hemos visto que algunos de los que hoy se denominan “políticos”, etimológicamente son más bien “idiotes”, pues responden a sus intereses propios, en vez de a los asuntos de la “polis”. Aquí la raíz de la palabra “polis” nos alumbra nuevamente, porque lo que concierne a la ciudad, a los ciudadanos y al Estado nos concierne a todos, todos los días, ¿o no? De hecho, lo ideal sería que todos empezáramos a pensar más “políticamente”, y menos como “idiotes”, o sea, más en los asuntos públicos y menos en los enajenantemente privados.
Por otro lado, la etimología de la palabra “candidato” es una verdadera joya que todos debemos conocer. Esta palabra viene del latín “candidatus”, ‘vestido de blanco’, de “candidus”, ‘blanco, sin malicia’. Con esta voz se designaba en Roma a los aspirantes a cargos públicos, quienes debían usar una túnica blanca (llamada “candida”), al parecer para manifestar la pureza y honradez que cabe esperar de los hombres de gobierno.
Entre los derivados de “candidus” en español, tenemos “cándido”, ‘sencillo, sin malicia ni doblez’, y “candor”, con el sentido de ‘sinceridad, sencillez y pureza de ánimo’ que ya tenía en latín. Palabras relacionadas son “candela”, en alusión al brillo blanco que proviene del calor, “candente”, “candelabro”, “incandescente”, “incendio”.
¿Qué concluimos? Que rescatar los valores originales de algunas palabras vale la pena: todos los residentes de la “polis” somos entes “políticos” y no tan “idiotes” (individuos desinteresados en materia pública) como algunos piensan. Los políticos actuales, además, pueden volver a sus comienzos como “candidatos” y especialmente a los valores etimológicos de la palabra. Y, finalmente, los candidatos actuales, aunque no se pongan la toga blanca (mejor no), pueden poner énfasis en su candor, y no suponer que los votantes seguiremos siendo, para siempre, tan cándidos…