El pasado jueves 11 de octubre, se presentó en la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española el más reciente diccionario publicado por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española: el Diccionario Esencial de la Lengua Española o DELE.
El DELE es, esencialmente, una versión destilada y depurada del famoso DRAE o Diccionario de la Real Academia Española. Se basa en la última edición del DRAE, de 2001 –importante por ser la primera en que participan las 22 Academias del Lengua–, pero toma en cuenta todas las enmiendas hechas desde entonces, contenidas ya en la versión electrónica (www.rae.es).
El DELE, por lo tanto, compendia –de los 84,000 artículos del DRAE, el DELE incluye unos 54,000–, pero también actualiza el diccionario mayor. Además, revisa y renueva todos los artículos, lo que responde al ánimo de tener una referencia útil, actual y accesible a todos los públicos.
El DELE es un diccionario del español general, por lo que no incluye vocabulario especializado o técnico de uso infrecuente. El público general probablemente no lamentará la supresión de voces como “leberquisa”, “hipofosforoso” y “primiclerio”. No se asusten: para los que sí, siempre está el DRAE.
Tampoco se incluyen palabras derivables según las reglas normales de derivación, como los adverbios terminados en “–mente”, por ejemplo: “rápidamente”. Se obvian, además, los derivados de nombres propios con significado obvio, como “galdosiano”, a la vez que se mantienen los que tienen valores añadidos, como “kafkiano”.
El DELE sí recoge el vocabulario actual o vivo de uso general en el mundo hispanohablante. Para cotejar la vigencia de los usos, se ha consultado el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), una enorme base de datos con muestras del español de todos los países. Afuera quedan las palabras arcaicas y obsolescentes.
El DELE no recoge el léxico regional por país específico, como el DRAE, sino por áreas geográficas más amplias. No encontraremos la marca “P. Rico”, que precede palabras como “ajorar”, “china” y “sorbeto” en el DRAE, sino la marca “Antillas”, para designar palabras compartidas con Cuba y República Dominicana, por ejemplo, “ají”. Los usos de Puerto Rico podrían estar enmarcados también en las marcas mayores “Caribe” o “América”, dependiendo de los países que los compartan.
Se recogen los gentilicios de naciones, capitales y primeras divisiones geográfico políticas. En este respecto, Puerto Rico tiene ventaja numérica sobre los otros países, pues se recogen los 78 gentilicios de nuestros pueblos: “aguasbonense”, “mayagüezano”, “yaucano”.
Los extranjerismos que se han adaptado a la fonética y escritura del español, como “píxel”, “roquero”, “escanear”, se ubican en el cuerpo del diccionario. Por el contrario, los crudos o no adaptados aparecen en un apéndice al final, por ejemplo: “striptease” y “voyeur”. En donde cabe, se recomienda una equivalencia, por ejemplo, “licra” por lycra” y “aerobismo” por “jogging”; la aceptación final dependerá de los hablantes, por supuesto. Los otros dos apéndices tratan las conjugaciones verbales y nociones básicas de la ortografía.
Entre los puntos más positivos del DELE se encuentra su concordancia con el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), que se ha ocupado de contestar sólidamente muchas de las preguntas crónicas de los hispanohablantes. Ofrece también valiosa información morfológica y de uso, por ejemplo: formación de plurales impredecibles y cuestiones de régimen preposicional. Finalmente, añade ejemplos en los casos que lo ameritan. Como toda obra lexicográfica moderna, es una trabajo en marcha bajo continua revisión. Como obra de la Asociación de Academias, se enriquecerá con la participación cada vez más activa de las Academias americanas.
El DELE resulta, en un primer acercamiento, un diccionario muy útil para la consulta rápida de usos actuales. Filtradas quedan largas etimologías y definiciones de escaso uso que, cuando hay prisa, actúan como una densa maleza que esconde los usos vigentes. El usuario llega de inmediato –y no sin sorpresa– a usos que reconoce, o por lo menos entiende, y a notas de uso práctico. Llega, en otras palabras, a lo esencial del idioma.