¿Alguna vez han escuchado una oración como la siguiente: “Salgo temprano esta tarde, so podemos ir a las tiendas”? Yo sí, más de las que quisiera. Estoy apuntando al uso de la conjunción inglesa “so” –equivalente a “así que” o “de manera que”– en una oración en español. “Estás invitada, so déjame saber si vienes”. “Esta columna es bien buena, so no te la pierdas”. Etcétera.
Este anglicismo llama la atención en primer lugar por no ser una palabra léxica, sino una palabra gramatical. La mayoría de los anglicismos son palabras con contenido léxico: sustantivos (“freezer”, “counter”), verbos (“setear”, “liquear”), adjetivos (“nice”, “cute”); no tienden a ser palabras gramaticales, de construcción de oraciones, como las conjunciones (“y”, “o”), preposiciones (“con”, “de”) o artículos (“el”, “un”).
En segundo lugar, a pesar de que “so” es un monosílabo, no podemos decir que represente una economía particular del esfuerzo lingüístico. No es tan difícil ni pesado decir “así que”... “So” no sé qué está pasando aquí, pero todo ello me motivó a hacerle una visita a nuestro “so” español.
Cuando pensamos en “so”, recordamos enseguida la entrañable letanía preposicional, tan bien memorizada en la escuela, que termina: “...para, por, según, sin, so, sobre, tras”. “So” era un misterio, pues nunca la usábamos en conversación. Además evocamos la frase “so pena de”. Fuera de esto, ¿qué nos ofrece “so”? Resulta que no hay un “so”, sino varios, y son todos muy interesantes.
La preposición “so” viene del latín “sub”, que significa “bajo”. El uso preposicional está bastante limitado en Puerto Rico a frases como “so pena de”, “so pretexto de”, “so riesgo de”. Por otro lado, como elemento compositivo, está presente en muchas palabras del español general: socavar, soterrar, sofreír. Algunas fuentes piensan que “sobaco” pertenece a este grupo, resultado de “sub”+ “arco”, por la forma que toma la axila (tenía que compartir esto con ustedes, aunque Corominas, en su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, no esté seguro de ello).
“So” es también un adverbio, usado para intensificar el adjetivo o el nombre que le sigue, usualmente insultante. Por ejemplo: “so cochino”, “so canalla”, “so bestia”. Este “so” viene de “señor”, que en la lengua hablada del Siglo de Oro se contraía en “seor”, “sor” y “so”. De algún modo, el “so” se emparejó con los insultos para intensificarlos. Y ha tenido éxito, porque van cuatro siglos desde entonces, y sigue muy vigente.
Finalmente, “¡So!” es también una interjección. Se ha usado desde mediados del siglo XV para parar o detener a un animal de carga o caballería. Hoy día también se usa, al menos en Puerto Rico, para imponer silencio, especialmente entre niños bulliciosos: “¡So!”.
En español contamos, pues, con tres muy sólidos y expresivos “so”. ¿Necesitamos un cuarto “so”, anglicado? Creo que no, y más cuando tenemos otras perfectamente aceptables posibilidades conectoras que expresan lo mismo que el “so” inglés: podemos usar el “así que”, para el diario, y el “de manera que”, para ocasiones más formales.
Mi recomendación es, por tanto, que le digamos “¡So!”, en español, al “so” en inglés.