¿Qué mejor manera de empezar el año que reflexionar sobre dónde –temporalmente hablando– estamos parados? Para ello, repasaremos la etimología de nuestra ubicación cronológica circadiana, o sea el origen de los nombres de los días de la semana.
Para empezar, la palabra “semana” viene del latín “septimana”, que significa ‘sucesión de siete días naturales’. Distintas culturas antiguas habían tenido semanas de siete días, pero la nuestra arranca oficialmente en el siglo IV d.C., cuando el emperador romano Constantino impulsa el cristianismo y, con él, la idea judeo-cristiana de que Dios creó el mundo en seis días y descansó el séptimo.
Los nombres de la semana tienen, asimismo, un antiquísimo trasfondo. Los pueblos antiguos estaban expuestos al cielo nocturno, en el que se destacaban siete astros principales: la Luna y el Sol, y los planetas Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno.
Los griegos les asignaron nombres a los días a partir de la asociación entre estos astros y sus dioses. Los romanos mantuvieron este diseño, pero sustituyeron los nombres por los de sus dioses correspondientes.
El “dies lunae” era el día de la Luna (para los griegos, Selena). El latín vulgar dio “dieslunis”, que se abrevió “lunis”, y de ahí salió nuestro “lunes”. En inglés la referencia a la luna (“Moon”) está también presente: “Monday”.
El “dies martis” era el día consagrado a Marte (Ares), dios de la guerra, asignado al planeta del mismo nombre por su color rojo como la sangre. Este dios también nos dejó el mes de marzo.
El “dies mercuri” era el día de Mercurio (Hermes), mensajero de los dioses. Según Corominas, en su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, existen inscripciones latinas que leen “dies Mercuris”, con una –s final que la palabra original no tenía. Aparentemente el latín vulgar la añadió, por analogía con “martis”, “jovis” y “veneris”, que sí tenían –s final (para que vean que no somos los únicos que inventamos cosas). Así llegamos a nuestro “miércoles”, con su –s final.
El “dies jovis” era el día de Jove o Júpiter (Zeus), que era el dios romano supremo, patrón del estado y generador de los rayos y truenos.
El “dies veneris” era el día de Venus (Afrodita), la diosa de la belleza y el amor, y el planeta más brillante. (Venus nos legó también el nombre de las enfermedades venéreas, triste resultado de algunos amores).
El sábado se asoció inicialmente con Saturno (Cronos), dios de la agricultura. En latín se llamó “dies saturni”, que queda en inglés: Saturday. En español, sin embargo, el nombre del sábado viene del hebreo “sabbat”, día de descanso en la tradición judía, pues fue en este día que Dios descansó.
El domingo era el día del Sol y se llamaba “dies solis”. La referencia está en inglés: “Sunday”. El cristianismo, sin embargo, lo llamó “dies Dominicus”, día del Señor, por ser el día de la resurrección de Cristo. De ahí que nuestro “domingo” sea el día de descanso en la tradición cristiana.
El francés, el italiano y el catalán comparten con el español los nombres de sus días. En francés se llaman: lundi, mardi, mercredi, jeudi, vendredi, samedi y dimanche; en italiano: lunedi, martedi, mercoledi, giovedi, venerdi, sabato, domenica; y en catalán: dilluns, dimarts, dimecres, dijous, divendres, dissabte y diumenge.
Noten que aunque el español perdió el “die” latino (igual a “día”), el catalán lo conserva, y el francés y el italiano lo tienen al final. También en el inglés, los días terminan con –day.
El portugués es la única lengua romance que enumera los días. Aunque mantiene “sábado” y “domingo”, los demás días son: segunda-feira, terça-feira, quarta-feira, quinta-feira y sexta-feira. La historia dice que, en el siglo VI d.C., un religioso portugués estableció que los cristianos no debían llamar los días con nombres de dioses paganos. Se adoptó entonces la terminología eclesiástica, que tiene el domingo como primer día, el lunes como “segundo día” o “segunda-feira”, y así sucesivamente.
Nosotros, los hispanohablantes, contenemos en nuestra semana miles de años de historia: están presentes los griegos, romanos, judíos y cristianos; la referencia a dioses antiguos y dioses modernos; y la memoria del cielo nocturno. A todos, una feliz semana.
(Publicado en El Nuevo Día el 3 de febrero de 2009).