Recientemente, visitó Puerto Rico Meghan Armstrong, una estudiante doctoral de la universidad de Ohio State, cuya tesis trata el fascinante tema de la entonación puertorriqueña. Ella estudia específicamente la entonación que les damos a las preguntas, y cómo y cuándo los niños la adquieren.
La entonación es la “melodía de la frase”, o sea, los cambios en tono que ocurren a lo largo de la oración hablada. Estos cambios transmiten significados relacionados con las intenciones del hablante: según la entonación, sabemos si la persona pregunta, exclama, asevera o deja un pensamiento inconcluso.
En la lengua escrita, codificamos estas entonaciones mediante ciertos signos de puntuación: interrogación (¿?), exclamación (¡!), punto final (.) o puntos suspensivos (...). Sin embargo, los signos escritos se quedan cortos para transmitir las variaciones que existen dentro de cada tipo de entonación.
Cada idioma –y cada variedad dialectal de un idioma– tiene curvas de entonación o curvas melódicas características. En el inglés americano, las preguntas en general suben de tono al final, al igual que en el español de España y México. Pero en los dialectos caribeños del español, especialmente el puertorriqueño, el tono baja al final.
Hagan la prueba. En los siguientes ejemplos, fíjense en las últimas dos sílabas. En el español peninsular o mexicano, “la” tendrá tono bajo y “da” alto: “¿Tiene mermelada?”. En el español puertorriqueño, “la” tendrá tono alto y “da” bajo: “¿Tiene mermelada?”
Dentro de la entonación interrogativa básica del español puertorriqueño –con su caída final de tono–, Armstrong ha identificado tres variantes, que responden a las presuposiciones del hablante. En la primera, no sabe la contestación a la pregunta: “¿Por aquí hay alguna barra?”. En la segunda, cree que la contestación es afirmativa: “¿Por aquí no hay una barra?” (tal vez estuvo ahí antes). Y en la tercera, expresa incredulidad: “¿Aquí hay una barra?” (tal vez está cerca de un parque infantil). Esta última podría ser exclusivamente puertorriqueña, según Armstrong.
La adquisición de estas curvas ocurre muy temprano. La primera, antes de los dos años. La segunda, a los tres. Y la tercera se percibe en un 75% por niños de cuatro años.
Armstrong coordina el trabajo del español caribeño para el Atlas interactivo de la entonación del español, cuya página les recomiendo que visiten (prosodia.upf.edu/atlasentonacion/index.html), porque tiene grabaciones de las entonaciones de cada país. Y ahora pregunto, con la debida caída final de tono puertorriqueña: ¿les gustó la columna?
(Publicado en El Nuevo Día el 27 de mayo de 2012)