Hoy es domingo de Pascua y Resurrección, el final de la cuaresma y la Semana Santa en el mundo cristiano. Por ello dedicamos esta columna a la palabra “pascua”, cuyo uso nos inserta en dos tradiciones religiosas y culturales milenarias.
Comenzamos señalando que la palabra “pascua”, en español, alberga dos sentidos religiosos diferentes, uno judío y otro cristiano. En inglés, tienen diferentes nombres: “Passover” y “Easter”.
“Pascua” viene del hebreo “pesash”, que significa ‘paso, tránsito’. Designa la liberación del pueblo judío de la esclavitud en Egipto y su éxodo hacia la tierra prometida, el evento fundacional del judaísmo. Específicamente, la palabra nombra la última de las diez plagas lanzadas para liberar a los judíos: el paso o tránsito de Dios (o de un ángel de la muerte) para matar a los primogénitos egipcios. Habiendo sido advertidos, los judíos marcaron sus puertas con la sangre de un cordero sacrificado y así fueron protegidos. Para recordar este evento, la cultura judía celebra anualmente los siete u ocho días de “Pascua” o “Pésaj”.
En el cristianismo, la “Pascua” se refiere a la resurrección de Jesús. ¿Por qué se usa la misma palabra? Ocurre que Jesús y sus discípulos celebraban la pascua judía la noche de la última cena. Jesús utiliza el evento para prepararse para su sacrificio como “cordero de Dios”: el próximo día será crucificado. Se crea pues un paralelismo entre la sangre del cordero que salva a los judíos y la sangre de Jesús que salva a los cristianos. Y la palabra “pascua” adquiere un nuevo valor.
Aunque en ambas historias resalta esa crudeza particular de la antigüedad, el simbolismo en los dos casos es de renovación. Los judíos son liberados y se encaminan a un nuevo camino de esperanza. Los cristianos ven en la resurrección de Jesús un renacimiento esperanzador. No debe sorprender que ambas fiestas coincidan con las celebraciones paganas de primavera, siempre momentos de nueva vida: calor, fertilidad, cosecha. Esta amalgama de ilusiones milenarias perdura en el espíritu de esta época.
Hoy la columna Lengua llega a su fin, después de ocho años. Agradezco a El Nuevo Día la valiosa oportunidad brindada, y a ustedes, estimadísimos lectores, todas sus sugerencias, preguntas, correcciones y entusiasmo sostenido a lo largo de este tiempo. Como la Pascua y la primavera son momentos de renovación, los invito a que continuemos esta conversación sobre el idioma en un nuevo espacio: maiasherwood.com. ¡Feliz domingo de Pascua!
(Publicado en El Nuevo Día el 31 de marzo de 2013)