En semanas recientes, como parte de las interpretaciones hechas sobre ciertos anuncios de un partido político, se han usado con mayor frecuencia de lo normal las palabras “excremento” y “heces fecales”.
Esto nos da pie para hacer un breve recorrido etimológico por el campo léxico –es decir, el conjunto de palabras– que se refiere a la excreta.
Etimológicamente hablando, “excremento” viene del latín “excrementum”, que a su vez viene de “excernere”, cuyo significado es ‘separar cribando’. El prefijo “ex” significa ‘fuera’ y “cernere” significa ‘cernir’ o ‘separar’.
Por su parte, “heces fecales” resulta ser una frase algo redundante. Tanto “hez” como “fecal” vienen del latín “fex, fecis”, que significa ‘desperdicio sedimentario, impureza’. “Hez” parece mantener aún ese significado general, además del de ‘excremento’, mientras que “fecal” hace referencia solo a lo segundo.
Esta discusión se enmarca en la “escatología”, que es el estudio de las cosas excrementicias, y que no se debe confundir con la otra “escatología”, que es el ‘conjunto de creencias y doctrinas sobre la vida de ultratumba’. Aquí los procesos de evolución lingüística le hicieron una jugarreta al griego, que distinguía muy bien entre “skatos” ‘excremento’, y “eskhatos” ‘último’, y han hecho coincidir lo mundano y lo trascendental en una misma palabra en español.
Otra raíz griega para la materia fecal es “copro”, que nos da en español las palabras “coprolalia”, que es la ‘tendencia patológica a proferir obscenidades’ y “coprofagia”, que la ‘ingestión de excrementos’, algo mucho más lamentable.
Los temas excrementicios siguen siendo tabú en nuestra cultura, y nos cuesta trabajo hablar de ellos directamente. Por eso existen tantos eufemismos, o sea, fraseos suavizados de ideas cuya expresión directa sería malsonante. Con los niños decimos: “caqui”, “popó”, “número dos”, y hablamos de “ensuciar”. Entre los adultos evitamos tocar el tema, dando rodeos coquetos (“voy al ‘ladies’...”) o usando los términos más técnicos posibles, como los citados arriba.
Por ser tabú estos temas, es que la transgresión de mencionarlos resulta muchas veces hilarante. Bien lo sabía Cervantes, que sometió al pobre Sancho a varios incidentes de corporalidad grotesca que involucraban heces, pero que resultan –incluso hoy, 400 años más tarde– liberadoramente jocosos. Por eso es también que los anuncios pautados por ese partido político han sacudido al público, llevando a algunos al disgusto y a otros...al deleite.
(Publicado en El Nuevo Día el 30 de septiembre de 2012)