Hace algunas semanas escuché una entrevista con un alto oficial de la Policía sobre un caso que involucraba a niños. El funcionario sonaba como un hombre profesional, con muchos años de experiencia. Por eso me sorprendió que dijera algo como “el día de la vista, mamá asistió al tribunal, pero papá estuvo ausente”.
Estoy señalando un uso particular de “mamá” y “papá”, muy extendido en los ámbitos del trabajo social, las escuelas, la psicología y la salud infantil. Me refiero al uso de las formas “mamá” y “papá” –desde la perspectiva del infante–, en narrativas en tercera persona y en contextos relativamente formales.
“Una vez nace el bebé, mamá tiene siete días de retracto”, lee un artículo reciente sobre entrega de menores para adopción. “Tenemos un proyecto de mediación [en] los conflictos de papá, mamá y los niños cuando hay fijaciones o revisiones de pensiones”, anuncia una página electrónica del gobierno. Añado otro uso relacionado que reportan mis informantes madres, del contexto médico o escolar: “Mamá, pasa por aquí con el nene”.
Normalmente se usan las formas “mamá” y “papá”, sin ningún modificador, por parte de los hijos para designar a sus padres. Se convierten en un tipo de nombre propio, que funciona como vocativo, para llamarlos: “ven acá, mamá”, o para nombrarlos ante un interlocutor que los conoce: “Ese día, papá salió de viaje”. En Puerto Rico, alternan con “mami” y “papi” y otras variantes.
Cuando la relación con el interlocutor no es tan cercana, al hablar de nuestros padres añadimos un posesivo: “Ese día, mi papá salió de viaje”. Y cuando se trata del progenitor de un tercero, usamos otros modificadores: “la mamá de Carla es simpática”. Esperaríamos lo mismo en un discurso oficial, incluidas opciones más formales como “madre” o “padre”: “la madre asistió al tribunal, pero el padre estuvo ausente”.
Mis informantes del trabajo social dicen que este uso de “mamá” y “papá” es una convención oral, y a veces escrita, aunque no se enseña formalmente. Puede deberse a un discurso que se piensa y se frasea desde la perspectiva del infante, al deseo de abreviar, a un ánimo de confidencialidad o, en algunos casos, a que el personal no sepa el nombre del progenitor. Si era jerga del gremio, ya lo ha trascendido... Sin embargo, no deja de llamar la atención este uso infantilizante de boca de un profesional en un contexto formal.
(Publicado en El Nuevo Día el 25 de noviembre de 2012)