Los datos provistos por la Oficina del Censo (U.S. Census Bureau) sobre el uso de los idiomas en Puerto Rico son una referencia importante. Emergen de encuestas a muestras representativas de la población que permiten proyectar un panorama general de los hablantes. Sin embargo, desde una perspectiva lingüística, presentan limitaciones que subrayan la necesidad de plantearnos un estudio local que mida con más detalle los activos lingüísticos con que contamos en Puerto Rico, en español y en inglés.
Para entender bien la información sobre idiomas de la Oficina del Censo, debemos tener claro que el propósito de esa recopilación de datos es cumplir con políticas públicas federales, no estudiar el bilingüismo en Puerto Rico. Por lo tanto, cuando consultamos los informes, conviene considerar los números cuidadosamente y a la luz de nuestras preguntas particulares.
El reportaje titulado “No somos bilingües”, publicado por este diario el 19 de mayo, se basa en los datos recogidos entre 2009 y 2011 por la “Encuesta sobre la comunidad”, el instrumento de medición anual de la Oficina del Censo. Concluye que “en los últimos diez años son menos las personas que dominan el inglés como segunda lengua”. Sin embargo, los resultados de la Encuesta no respaldan esta aseveración. El problema estriba en que se han citado los números tal y como se presentan en los informes para efectos federales, y no se han mirado críticamente para efectos de Puerto Rico.
Típicamente los cuestionarios de la Oficina del Censo incluyen tres preguntas sobre idiomas: (1) En su hogar, ¿habla esta persona un idioma que no sea inglés?, (2) ¿Qué idioma es este? y (3) ¿Cuán bien habla esta persona el inglés? (Opciones: “Muy bien”, “Bien”, “No bien”, “No habla inglés”).
Al tabular los resultados, la Oficina del Censo separa a los que hablan inglés “Muy bien” de los que hablan “Menos que muy bien”, una categoría que agrupa a los que contestan “Bien”, “No bien” y “No habla inglés”. Ese desglose responde fundamentalmente al “Voting Rights Act” federal, que garantiza que comunidades que hablan inglés “Menos que muy bien” (consideradas “minorías lingüísticas” con respecto al inglés) tengan materiales de votación en su idioma. Otras agencias federales también utilizan ese número para proveer servicios a las minorías lingüísticas. Como informa el reportaje, en Puerto Rico aumentó el número de los hablan inglés “Menos que muy bien”. Sin embargo, esa categoría no es tan relevante localmente, pues aquí –donde los servicios oficiales se ofrecen en español, lengua hablada por 96% de la población– hablar inglés “Menos que muy bien” no nos convierte en una minoría lingüística.
Si queremos usar la información de la Oficina del Censo para obtener una noción general del bilingüismo local, tenemos que reenfocar los datos. Específicamente, para Puerto Rico, es más relevante agrupar las categorías que identifican la población que tiene algún dominio del inglés. Cuando hacemos esto, descubrimos que en 2011 la mayoría de nuestra población (52%) tiene algún dominio del inglés (15% “Muy bien”, 15% “Bien” y 22% “No bien”), y que ese número aumentó de 47% en 2000. El resto de la población en 2011 se divide en 4% que habla inglés en el hogar y 44% que “No habla inglés”.
Aunque los datos de la Oficina del Censo son muy valiosos, para propósitos lingüísticos resultan subjetivos (el que contesta se evalúa a sí mismo) y no proveen la información detallada que nos interesa localmente. Para ampliar y precisar los datos de la Oficina del Censo, instituciones internacionales como la UNESCO abogan por el estudio de destrezas lingüísticas y de alfabetización específicas (por ejemplo, alguien podría leer el inglés perfectamente, pero no hablarlo) mediante pruebas objetivas. Un estudio de esa naturaleza es imprescindible para conocer mejor nuestra realidad lingüística en español y en inglés, y para sentar las bases de una política lingüística que sirva al desarrollo social, cultural y económico del País.