Desde hace años, voy anotando las palabras de uso cotidiano cuyas etimologías me asaltan por sorpresa. Se trata de etimologías transparentes, que están claramente visibles en la morfología de la palabra y que son totalmente obvias tan pronto uno las ve...si es que las ve.
En la mayoría de los casos, son resultado de un proceso llamado “lexicalización”. Esto ocurre cuando una palabra o frase, gramaticalmente regular y semánticamente transparente, adquiere un nuevo sentido léxico que no necesariamente es predecible. Por ejemplo, “amante” es, literalmente, ‘aquel que ama’ (como “caminante” es ‘aquel que camina’). Pero, por más que nos amemos, no todos somos amantes, ¿verdad? Y es que, como resultado de la repetición, la palabra “amante” ha adquirido un nuevo sentido que va más allá del significado literal de su derivación. Veamos otros ejemplos.
Una palabra de etimología obvia pero típicamente no percibida es “tenedor”. Lo usamos a diario: el utensilio compuesto de un mango y una cabeza con tres o cuatro dientes largos, con que pinchamos la comida para transportarla del plato a la boca. Etimológicamente, “tenedor” se compone de “tener” + “-dor”, y es, pues, el que tiene, o sostiene, el pedazo de comida. ¿Habían visto el “tener” en el “tenedor”? Por lexicalización, la palabra pasó a designar ese objeto y dejamos de percibir su origen. Compárenlo, por ejemplo, con el término legal “tenedor” (‘persona que legítimamente tiene o posee algo’), en que sí se mantiene activo el sentido de “tener”.
Un segundo ejemplo es “quebrada”, que en América es un ‘arroyo o riachuelo’. Morfológicamente, se trata del participio pasado de “quebrar”. Pero ¿qué es lo que está quebrado? En este caso, es la tierra, que tiene una “quiebra”, o grieta, por donde discurre el agua. Aquí, además de lexicalización, hubo metonimia (ponerle a una cosa el nombre de otra, con la que tiene una relación externa): así, la tierra “quebrada” pasó a nombrar el riachuelo.
Una tercera palabra —muy divertida esta— es “imperdible”. Sí, me refiero al alfiler que se abrocha poniendo la punta dentro de un gancho para que no pueda abrirse fácilmente. ¿Se habían fijado alguna vez en su etimología: “imperdible” —un compuesto de “im-“ + “perder” + “-ible”— que significa, literalmente, lo que no se puede perder? Efectivamente, el “imperdible” fue diseñado para ser imperdible, aunque su etimología no logró serlo.
Otros ejemplos: ¿habían detectado en la palabra “pariente” el verbo “parir”? Es una conexión lejana, pero ahí está. Según Corominas, “pariente” viene del latín “parentes” (‘padre y madre’), que a su vez viene del verbo “parere” (‘engendrar’, ‘parir’). Inicialmente “pariente” tenía que ver con los que engendraban o parían (en inglés y francés, queda: “parents”), pero luego pasó a referirse a la parentela de todos los que están emparentados por algún parentesco.
Y “restaurante”, ¿sabían que viene de “restaurar”, en este caso, a los que están caídos de hambre? El sentido de ‘recuperar, reparar o renovar’ se mantiene en “restaurar”, “restaurador” y “restauración”, pero en “restaurante” se ha olvidado, porque la palabra ha pasado a significar —por lexicalización— ‘sitio donde venden comidas’.
Finalmente, ¿habían percibido los peces en las piscinas? La palabra “piscina” viene del latín “piscis”, que significa ‘pez’. Al parecer, en la antigüedad romana, la “piscina” podía ser un estanque para tener o criar peces así como para nadar. La palabra latina da también el signo “piscis” del zodiaco. De paso, ¿les sugiere algo el “zo-” del “zodiaco”? Viene del griego “zodion”, diminutivo de “zoon”, ‘animal, ser vivo’. Etimológicamente, “zodiaco” significaba ‘círculo de pequeños animales’, aunque ya también la rueda de las 12 constelaciones en que se basa el horóscopo.
Es cierto: para hablar no es necesario conocer ni pensar en la etimología de las palabras. De hecho, estar desautomatizando la conexión entre significante (secuencia fónica) y significado, para ponerse a hacer reflexiones metalingüísticas, descarrila muchas conversaciones. (“Cada palabra tiene su historia”, después de todo). Sin embargo, resulta grato dejar el camino para coger la vereda, de vez en cuando, ¿no les parece?