Positivos y negativos en la lengua

ms y menos-editConsideren las siguientes oraciones: “lo tildaron de simpático”, “su carrera está plagada de premios”, “la obra adolece de muchas fortalezas”. ¿Perciben algo raro? Sí, hay un desfase entre la valoración negativa del verbo y la valoración positiva del complemento.

Estos ejemplos exagerados nos pueden recordar el mensaje —deliberado— de la reciente campaña de la Fundación Hogar Niñito Jesús en favor de la armonía en el hogar: “Te voy a llenar esa cara de besos”.

Estos casos apuntan al hecho de que la mayoría de las palabras no son unidades cerradas que se combinan indistintamente con cualesquiera otras palabras. Frecuentemente las palabras, especialmente las que se predican de otras (como los verbos, adjetivos o adverbios), contienen componentes de significado que exigen la combinación con otras que tengan componentes afines. Esta particular atracción entre palabras es lo que el gramático español Ignacio Bosque ha llamado, informalmente, “concordancia semántica”.

El verbo “tildar”, por ejemplo, significa ‘señalar a alguien con una nota despectiva’. Lo normal es, pues, tildar a alguien de algo que consideramos negativo (“lo tildaron de buscón”). “Tildar a alguien de simpático” rompe ese tejido esperado de negativo con negativo, y nos obliga a repensar el significado de la frase. Es lo que ha buscado la campaña de “llenarte esa cara de besos”, al sustituir los esperados “dedos” o “golpes” por “besos”. 

Esta concordancia también ocurre entre valoraciones positivas. Imaginen las frases “atesorar una desgracia” o “lograr muchos fracasos”. Aquí, el significado del verbo contiene un componente positivo que requiere que su complemento lo tenga también. Si tomamos estas frases en serio, el “atesorar una desgracia” nos obliga a valorar positivamente esa desgracia, y el “lograr muchos fracasos”, a ver los fracasos como logros.

Estos ejemplos pueden parecer extremos, pero no son imposibles en el ámbito de la creatividad lingüística que desautomatiza la lengua en busca de expresividad mediante el humor o la ironía. Pensemos en un escritor que celebra la obra de otro, “a pesar de su carrera plagada de premios”; sería un giro ingenioso que presupone los premios como una interrupción del trabajo literario, tranquilo y concentrado. 

En la lengua cotidiana, estas combinaciones inesperadas pueden ir cambiando el sentido de las palabras, si los hablantes las integran en su expresión regular. Por ejemplo, “sufrir” significa, en el diccionario, ‘sentir, recibir, soportar un daño, dolor, enfermedad o castigo’. Y, sin embargo, encontramos usos como “la moda femenina ha sufrido cambios favorables” o “el proyecto sufrió mejoras considerables”. En estas combinaciones, “sufrir” se acerca más a verbos neutrales como “tener” o “pasar por” o “experimentar”.

El etimólogo español José Antonio Pascual, en su libro “No es lo mismo ostentoso que ostentóreo. La azarosa vida de las palabras”, explica lo que ocurre: el hablante va adjudicando la valoración positiva o negativa a los complementos y se la va quitando al verbo. Así, el significado de “sufrir” se va neutralizando: ya no solo participa en combinaciones como “sufrir tragedias”, sino también en “sufrir cambios” o incluso “sufrir mejoras”.

Todo esto no quita que conocer bien las palabras y su significado sea deseable para generar frases coherentemente entretejidas, que no rechinen; tampoco quita que las rechinadas intencionales puedan ser un deleite (Mario Vargas Llosa dijo de Tomás Eloy Martínez que fue capaz de “perpetrar una novela maestra”). Y tampoco quita que estas cosas no vayan a pasar, inevitablemente, en el lenguaje humano (porque son posibles).

Para terminar, a veces avistamos cambios potenciales, en la fluidez cotidiana de la creatividad y el humor, como cuando alguien dice: “te vengo a molestar con algo, a ver si me puedes ayudar”, o “hay que echarte la culpa por todos los logros de este año”. ¿Qué pasará con “molestar” y “echar la culpa”? Solo el tiempo y los hablantes dirán. Por lo pronto, ya acabé de molestarlos con esta columna... Me pueden echar la culpa si disfrutaron un rato.  

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