Una mañana la semana pasada, escuchaba la radio noticiosa en el carro de camino al trabajo. Al llegar al estacionamiento, me requedé unos minutos para oír el fin del comentario de uno de los panelistas. Con gran indignación, el licenciado denunciaba una valla publicitaria (o “billboard”) en la avenida Baldorioty de Castro.
Más que una valla –lo comprobé más adelante–, se trata de una gran sábana publicitaria que casi arropa un edificio. En ella se anuncia una compañía de telefonía móvil con el mensaje: “Imita al prócer Baldorioty de Castro. Aboliciona tu contrato”.
La primera crítica del comentarista fue sobre el mal gusto de usar a una figura histórica para vender celulares. La segunda señalaba la imprecisión de equiparar a Baldorioty de Castro con la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, cuando había otros, como Ruiz Belvis, mucho más cercanos a ese evento histórico. Y la tercera: que el anuncio usaba la palabra “aboliciona” –como imperativo dirigido a “tú”–, “lo cual era una barbaridad, porque no se dice ‘aboliciona’, sino ‘abole’, ‘¡A-BO-LE!’”.
Pensé que ambos profesionales del idioma –el redactor del anuncio y el comentarista– estaban igualmente equivocados. Y lo comprobé en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) de 2001. El diccionario establece que “abolir” es un verbo defectivo que solo se conjuga cuando la desinencia empieza con “–i”, por lo que podemos decir “nosotros abolimos”, pero no “yo abolo” o “yo abuelo”, ni tampoco usar la forma imperativa “abole”. Esas conjugaciones simplemente no existen –dice el DRAE– no son posibles.
En ese momento, mis reflexiones fueron las siguientes: (1) lingüísticamente, la confusión es comprensible, porque “abolir” es un verbo muy extraño, pero (2) el redactor de un anuncio de solo nueve palabras –o seis, si quitamos el nombre– debió consultar el diccionario y (3) el comentarista debió aguantar el juicio y asumir la única postura posible ante el idioma: humildad y curiosidad.
Sin embargo... seguí investigando, y encontré otra cosa, que me llevó a aplicarme la tercera reflexión a mí misma. A partir del 2005, con la publicación del Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), se reconoce al verbo “abolir” como verbo regular, conjugado como “vivir”. Por lo tanto, ahora el paradigma de conjugación de “abolir” está completo y podemos conjugarlo para todas las personas: “yo abolo”, “él abole” y, si hay que darte la orden a ti, “abole”. El comentarista tenía razón.
Aquí hay varias cosas.
Empecemos por el final: ¿por qué se contradicen estas publicaciones académicas? Las Academias cada vez trabajan más y más rápido, con diferentes equipos de trabajo para cada proyecto. Las normas se van ajustando según el uso que den las personas al idioma, y los cambios se pueden reflejar en un proyecto antes que en otro. Por ello, mantener la uniformidad entre las publicaciones es una meta explícita y un reto constante. Generalmente, cuando hay discrepancias, el DPD tiene la última palabra; aquí, en efecto, el DRAE está “atrás”.
Volvamos al anuncio, cuyo concepto era conectar la avenida con el prócer con la noción de “abolir”. ¿Qué pasó por la mente del redactor cuando escribió “aboliciona”? Con el fin de vender, el imperativo era imperativo. Pero ¿cómo se expresa un mandato con “abolir”? El redactor queda en blanco. Piensa en el sustantivo “abolición” y, de ahí, inventa un nuevo verbo: “abolicionar”. ¡Qué alivio! La conjugación con “-ar” es regular: yo aboliciono, tú abolicionas, y tú, aboliciona.
El proceso de crear sustantivos nuevos a partir de verbos, y verbos nuevos a partir de esos sustantivos es regular en las lenguas; en español tenemos, por ejemplo, “influir”, que da “influencia”, que da, a su vez, “influenciar”. “Explotar”, que da “explosión”, que da “explosionar”. O “promover”, que da “promoción”, y de ahí “promocionar”. A veces los nuevos verbos capturan nuevos significados, a veces solo desplazan los viejos.
En el caso de “abolir”, era lógico que los hablantes reclamaran completar el paradigma de conjugación, para que todas las personas (gramaticales y reales) pudiéramos abolir. La inclusión en el DPD refleja que el uso ya estaba extendido. Así que abole tu contrato y todo lo que quieras, pero no lo aboliciones.