Nada mejor para provocar reflexiones dinámicas sobre el español que visitar otro país hispanohablante. No sólo descubrimos palabras nuevas para realidades nuevas, sino también significados nuevos para nuestras palabras más comunes...
En estos tiempos de (intentar) cambiar la manteca de cerdo por el aceite de oliva, cabe preguntarse: ¿Por qué decimos aceite de oliva si se hace de aceitunas? Y ya que decimos aceite, ¿por qué los cuadros pintados con aceite se llaman óleos o al óleo? O sea: ¿por qué usamos palabras de etimologías diferentes para nombrar las mismas cosas?
San Juan es capital. ¿Cuántas veces es esto cierto? Dependerá de quién conteste, de su conocimiento o perspicacia lingüística y, además, de sus opiniones, pero será cierto al menos una vez y a lo sumo tres...
¿Adivinan?
Claro, se trata de varios sentidos de la palabra capital.
Desde que llegué a Madrid hace unos tres meses, no he pasado un solo día sin toparme con alguna curiosidad lingüística. Cuando alquilé mi “piso” en el antiguo y encantador barrio de La Latina, tuve que firmar, además del contrato, un inventario de las cosas que cada habitación contenía. Tras echar una ojeada casual a la lista, pregunté si me la podía llevar. Alegué que necesitaba repasar los objetos in situ, pero resulta que no entendía muchas palabras.