Para las personas que trabajan en los medios de comunicación, y para los fanáticos de nuestro idioma, la página electrónica www.fundeu.es es una referencia imprescindible.
“Fundéu” es una reducción de “Fundación del Español Urgente”, que algunos asociarán correctamente con el “Manual del Español Urgente”, publicación periódica de la Agencia de noticias EFE destinada a resolver las dudas “urgentes” que surgen en el dinámico mundo de las comunicaciones. En la Fundéu, sin embargo, a la Agencia EFE se suman la Real Academia Española, el Instituto Cervantes y la Fundación San Millán de la Cogolla, todos miembros de su Patronato.
Era inevitable escribir una columna inspirada en la gripe porcina, o “la porcina”, como la hemos venido a conocer –con supresión del sustantivo y sustantivación del adjetivo–.
Por más que se intentó imponer el nombre científico del virus (“AH1N1”, realmente imposible de recordar), y quitarles a los cerdos el protagonismo, la referencia porcina prevaleció. Hablemos, entonces, de ese no tan pobre lechón.
La palabra “caño” tiene origen antiguo. Viene del latín “canna”, que evolucionó a la palabra “caña” en español, con el significado de ‘planta que se cría en lugares húmedos y echa muchas varas huecas, derechas desde la raíz, vestidas de hojas muy verdes y largas’. Corominas ubica el nacimiento de la palabra “caño”, con el significado de ‘tubo’, hacia 1250. Ya para 1729, en el Diccionario de Autoridades, “caño” no solo designa el tubo, sino también el agua que corre por él, e incluso un chorro de agua solo. La palabra “caño” sigue ganando acepciones, y en 1822 se registra por primera vez en los diccionarios académicos el sentido de ‘en los puertos del mar, el canal que se forma en las rías’. Hoy la definición lee como sigue: ‘Canal angosto, aunque navegable, de un puerto o bahía’. De ahí nuestro Caño Martín Peña.
Una mañana la semana pasada, escuchaba la radio noticiosa en el carro de camino al trabajo. Al llegar al estacionamiento, me requedé unos minutos para oír el fin del comentario de uno de los panelistas. Con gran indignación, el licenciado denunciaba una valla publicitaria (o “billboard”) en la avenida Baldorioty de Castro.
Más que una valla –lo comprobé más adelante–, se trata de una gran sábana publicitaria que casi arropa un edificio. En ella se anuncia una compañía de telefonía móvil con el mensaje: “Imita al prócer Baldorioty de Castro. Aboliciona tu contrato”.
¿Alguna vez han escuchado una oración como la siguiente: “Salgo temprano esta tarde, so podemos ir a las tiendas”? Yo sí, más de las que quisiera. Estoy apuntando al uso de la conjunción inglesa “so” –equivalente a “así que” o “de manera que”– en una oración en español. “Estás invitada, so déjame saber si vienes”. “Esta columna es bien buena, so no te la pierdas”. Etcétera.